lunes, 6 de junio de 2016

El gerente tontolaba



El día que lo nombraron gerente, no cabía en sí de gozo, había sido nombrado gracias a su tío. No tenía ni idea de cuál era su trabajo, sin embargo a él le parecía excelente que todos por primera vez en la vida le trataran con respeto. Nunca en su vida, nadie le había llamado “señor”, ni mucho menos “gerente”.
Anteriormente había tenido trabajos menores, en otros negocios, atendía algunos clientes, en alguna ocasión llegaba a tomar una decisión menor, pero nunca había tenido a su cargo tanta gente, y sobre todo nunca había entendido que un negocio debía producir dinero, de lo contrario se iría al garete.
El poder poco a poco fue nublando su razón, tomaba decisiones arbitrarias, humillaba a todos sus subordinados, los despedía injustificadamente, desconfiaba de sí mismo, inventaba chismes y mentiras con el afán de tener a todos en conflicto, para, en su retorcida mente, tener el control de todos. En su retorcida mente, comenzó a maquinar maneras de robar dinero del negocio, tales como hacer contratos inexistentes de supuestas mejoras al negocio, contratar a sus parientes, comprar productos de mala calidad con facturas apócrifas e infladas, etc.
De esta situación, no tardaron los inversionistas en caer en la cuenta de que el negocio día a día perdía dinero.  Debido a esto, comenzaron a presionarlo, a exigir cuentas, ventas, ganancias, las cuales alguien con ese grado de incompetencia no podía dar.
La presión y frustración por no poder enderezar el negocio debido a ser un tontolaba, ladrón e incompetente comenzaron a comer sus nervios. Comenzó de a poco a ver visiones, escuchaba conspiraciones en su contra. Dejo por días de dormir, el estado de crisis de sus nervios en combinación con su negra conciencia y de su fanatismo religioso, le proyectaban una sombra negra, que lo seguía a todas partes.
Poco a poco y con el transcurso de los días, su mente retorcida, convirtió aquella sombra en un demonio, el cual le susurraba al oído que el fin estaba cerca. El ir a hablar con el pastor de su secta religiosa, le alteraba más los nervios.
Todo acabo el día que los inversionistas le dieron un ultimátum, el demonio que lo seguía le susurró al oído que ellos lo matarían. La paranoia se apodero de él, por lo que se hizo de un cúter, para defenderse. Esa tarde antes de salir de la oficina, escucho un ruido, temeroso, saco el cúter. No había nadie.  De súbito se apagaron las luces, el sintió como alguien lo tomaba por el cuello y lo  estrangulaba. En el reflejo de defenderse, trato de cortar las manos del atacante con el cúter, sin embargo, el golpe de realidad vino a él, cuando sintió el corte del cúter en su yugular. Lo único que alcanzo a escuchar en su mente, fue la risa del demonio que lo acompañaba, mientras mareado, poco a poco perdía el conocimiento.
A la mañana siguiente, lo encontraron los empleados de mantenimiento que entraron a la oficina, ya que andaban arreglando un desperfecto eléctrico que se había ocasionado por una sobrecarga de voltaje.
Nadie lamento su muerte, las únicas expresiones que salieron de la gente en relación a su persona fueron; “siempre fue un imbécil”, “siempre fue un tontolaba”

Jorge F. Guillen
“Pluma mexicana”

No hay comentarios:

Publicar un comentario